A veces las conversaciones menos y a la vez más reelevantes son entre humo, como alguna noche con amigas entre canutos, o alguna vez con mi madre y la vecina en la terraza. Ahí tienen lugar estas conversaciones, hablamos de cosas de mujeres, problemas con sus maridos, cotilleos de la finca, y demás cosas interesantes, en ese momento no soy Davinia la hija, soy Davinia la amiga, he esperado 18 años a que esto ocurriera, a ser amigas entre humo, y son esos cigarros los que nos unen un poco, pues mi madre y yo somos más incompatibles que el agua y el aceite, en esos momentos nuestras disputas quedan a un lado y nos volvemos diferentes, siempre he querido a mi madre pero día a día le quiero más, ha pasado una infancia un poco deprisa y ella sola ha aprendido a vivir, es una mujer independiente, solidaria y fabulosa, aunque la vida le ha dado algún tortazo, tener una hija como yo no es fácil, superar con éxito un casi divorcio tampoco y pasar un cáncer con una sonrisa en los labios tampoco. Por eso admiro a mi madre, porqué la llamas y está, siempre está, tal vez sea gracias a ella que no me haya convertido en la imbecil que podría haber sido, a veces grita y me cotillea las cosas, si, pero ¿cómo no va a enfadarse alguien que lleva toda la vida dandonos todo y no recibiendo casi nada? Le saca partido a todo, es un genio. Además que despues de dos embarazos y haber entrado en quirófano casi un centerar de veces está guapisíma y sigue despertando envidias. Por eso y por mil cosas más me enorgullezco de ella.
Y aunque nadie lo sepa le doy gracias a mi padre todos los días por haberla elegido a ella.
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1 comentario:
Es precioso eso que sientes, por ese motivo, te incitaré a qué experimentes de nuevo, al leer este comentario, el poder de una sonrisa :)
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